
Desde que entendí, que ese cuestionamiento que desde pequeña le hacía al hecho de que tuvieran ciertas expectativas sobre mi por ser una "niña" se llamaba feminismo, no he dejado de definirlo para mí. Y en esa línea siempre intento explicar "amorosamente" lo que "feminismo", esa palabra tan controversial, realmente es. Explicar "amorosamente" el feminismo, no es sucumbir a la obligación social que dicta que las mujeres debemos ser suaves, como deben estar pensando algunas personas que me leen, y en estas letras intentaré consolidar en qué consiste mi estrategia. Definirme feminista fue todo un reto, crecí escuchando frases como que "las mujeres feministas somos lesbianas, desarregladas, rudas, o que no hay nada de malo con la sociedad en la que vivimos", total es lo que hay. O la que he leído recientemente que se basa en desligitimar la lucha feminista por exagerada: total las mujeres somos unas exageradas. Por eso, cuando asumí vivir mi feminismo opté por "infiltrarme en el sistema" y eso consiste, en escencia, en usar la resistencia al feminismo como la herramienta para decirle a la gente porqué es necesario. Lo explicaré con un ejemplo: yo soy periodista, hago comunicación pública -y quiero creer que política- y en los últimos dos años he trabajado cubriendo temas de género, principalmente violencias. Un día llegó a mi un meme de un colega que aprecio mucho, en el que, en resumen, se contaba la historia de un hombre maltratado por su compañera mujer, que contaba su historia y recibía burlas. El meme lo acompañaba la siguiente pregunta: ¿Porqué las feministas no atacan esto también?, claro porque la maltratada no es una mujer, ¿cierto? Y entre otras cosas cuestionaba la "doble moral" del feminismo al querer imponer una agenda a antihombres. Le dí muchas explicaciones, le hablé del patriarcado, le dí cifras, le expliqué, entre otras cosas, que una de las diferencias sustanciales es que los hombres no denuncian cuando viven estás violencias, porque el chip no les deja mostrarse débiles y varios argumentos más, sin embargo, mi colega no sucumbió a las pacientes explicaciones y cerró la conversación diciéndome que éramos unas feminazis y que "ahora no se nos podía decir nada" (me pregunto cuántas épocas ha vivido). Sin embargo, yo no le dejé de hablar, ni le grité machista, ni siquiera lo cuestioné más. Lo eduqué amorosamente un día que, en una salida hice que pagara toda la cuenta y cuando me quiso cuestionar: entendió.
Con esto no estoy diciendo que no debemos ser radicales, por supuesto que necesitamos las prácticas radicales pues hay cosas que no podemos dejar pasar. Las que han escogida la radicalización como estrategia: gracias, las necesitamos y los logros son colectivos. Lo que quiero es mostrar que los feminismos son personales, que elegimos como vivirlo y que violentarnos no va a impedir que el patriarcado caiga.
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